Lascivos periodistas patrios y del extrarradio español –que muchas veces toca la costa oeste americana así como Oceanía, en una advertencia por si quisiéramos levantar otro imperio– dan rienda suelta a sus desordenes mentales para aupar la negligencia china a una cosa a la que llaman ‘reformas’. Uno incluso se pasa de frenada para informar de que esos cambios “avivan el optimismo –asumiendo que se refería al pueblo– incluso entre algunos de sus más decididos opositores”, cuando justamente los más decididos disidentes transitan a diario y como mucho, entre el metro y medio de celda donde son acumulados cual cucarachas.
El cierre de los campos de reeducación es jaleado por Occidente cuando nadie ha caído en la cuenta de que, en esa evolución antiambiental-capitalista, China ha desplazado los mismos presos sin cadenas hacia las ciudades hoy convertidas en cárceles con centros comerciales, algo así como los patios para los escolares ansiosos del recreo.
Lo de que el PCCh permita dos descendientes por familia ayudará a que el número de mujeres obligadas a abortar en cunetas en su octavo mes de gestación descienda. Y con este detalle algún bastardo del mal tildado ‘primer mundo’ ya podría proponer a Xi Jinping para el Nobel de la Paz. Sobre todo que lo haga antes de que prenda la mecha en Japón o Filipinas, países contrariados con la actitud nazi-imperialista de unos supuestos aperturistas, según la masacre periodística occidental: unos advenedizos en eso de ponerse rodilleras para darle a la tecla mientras miran por la ventana la cantidad de metales pesados que les sobrevuelan. Manel Ollé, hoy ascendido moralmente por poder publicar en un medio con altavoz, en este caso El Mundo, moldeó su tesis ‘han’ para permitirse la posibilidad de poder enviar más opiniones en un futuro no muy lejano. Cosas del capitalismo y los intereses, que esquinan las ilusiones a cambio de cuentas bancarias ahorro-vivienda, la antesala de la deuda de por vida.
Los campos de reeducación en China son las mismas ciudades: con las teles dominadas, las radios ídem, los periódicos calculados, internet capado y las calles infectadas de los mismos que repiten las consignas que recibieron del emisor, la radio, el diario y esa modernidad traída de fuera que con tanta ilusión navegan: internet.
Lo que nadie se ha preguntado y ha consultado –aunque acepto que en China una rueda de prensa con un político es una perversión parecida a morrearte al primer ministro de cualquier país durante el mensaje televisado de Navidad– es el porqué de permitir dos críos por familia, ahora que el coste de vida es infinitamente superior –mueren tantos por la contaminación que un día les faltarán soldados– y la supuesta Seguridad Social que nunca llega cada vez es más costosa.
China, la propaganda que sodomiza a medio mundo sin ser denunciada por violación o al menos jaleada por milagrosamente placentera, hace oficial el traslado de sus campos de reeducación a las ciudades. La próxima medida: tildar a los karaokes de iglesias y obligar a todo cristo a pasarse por sus interiores cada noche. Algunos que ya hemos estado en esos estados catatónicos sentiremos la llamada del señor, sino del abogado que se nos presentara con pinta de proxeneta para aligerarnos la cartera, porque el fin justifica los medios.